Annita es alta, ojos marrones y de movimientos masculinos.
Melena oscura al viento y atuendos imprevisibles. Encantadora para los hombres. Empezó derecho
y lo dejó. Decidió que el periodismo iba más con ella. Sus padres se volvieron
locos y le dijeron que no volviese a casa. Aún así se quedó cerca de la tierra y
volvía algún finde. Cuenca es una mierda, suele decir. Pero ahora se encuentra
ante el abismo del casi finalizar una carrera universitaria. Así que ha
decidido venir a Barcelona a verme. Y como dice ella, viene para romper su mapa
mental reducido. Me culpa por no ir a verlos muy a menudo. Cuando Joan y Joana
nos escucharon hablar de aguas profundas sacaron las cervezas. La primavera
había alterado el piso y la nevera siempre estaba llena de vida amarilla. Así
que bebimos, charlamos y la risa característica de Annita nos provocó dolores
de tripa. “Salgamos de aquí” dijo ella sirviéndonos el último chupito de esa
mierda color mierda. Y la noche fue larga. El factor discoteca siempre nos ha
incomodado a Annita y a mi pero aquella noche íbamos demasiado borrachas para
despreciar un flayer con entrada gratis. Pista medio vacía. Guiris en las
barras catando carne por la vista. Música infumable pasada de moda. Beyonce nos
devolvió la vida. Salimos a bailar sintiendo que nuestro cuerpo se movía a la
perfección aunque hubiese una cierta discordancia con la realidad. Incluso Joan
y Joana se acabaron animando y por arte de magia la pista se llenó.
Hasta que llegó mi momento crítico habitual. Me escabullí por un agujerito al
baño. Miré el móvil. No había contestado a mis whatsapps. Me di cuenta que la taza del váter estaba manchada y mis medias también. Pipi de otra. Salí y me incorporé
de nuevo a la fiesta con un fingido entusiasmo que luego se convirtió en real o
lo que quiera que sea durante la embriaguez. Invité a Annita a un chupito y
ella me prometió que el próximo lo pagaría ella. Aunque nunca llegó un
siguiente, por olvido y devastación. Nos abrazamos fuerte y volvimos al bailoteo central.
Lo primero que han visto mis ojos hoy ha sido el brazo de James sobre
mi cuello, privándome de mi propio territorio. Dormía plácidamente entre
ronquidos. He intentado ponerme una camiseta y unas bragas lo más rápido posible,
con miedo a despertarle. Y he abierto la puerta con el máximo sigilo. James II
y Annita dormían en el sofá cada uno con la cabeza en un lado de éste. Una
hermandad bonita a la vez que incómoda de ver. Puta Annita.
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