Cuando llegué al bar todo fueron alegrías, mucho menos
entusiastas de lo que planteé en mi cabeza minutos antes. Siempre me pasaba lo
mismo. Las chicas me dieron dos besos y alguna palabra amistosa y luego
volvieron a su posición de círculo de cánticos fúnebres. Jaques no estaba, por
suerte. Gustave fue el más cálido y por eso me senté a su lado. Allí estaba Antoine,
en un silloncito rodeado de víboras
dispuestas a cubrirle y eliminar cualquier indicio de su presencia. Un verano
había sido una eternidad para nuestra tierna amistad de antaño. No me preocupó
mucho esa lejanía inicial, sabía que los días volverían a unirnos. Nunca me
importó aparecer por allí sin Louis, pero hoy me hubiese gustado nutrirme de su
presencia mediante nuestro juego cínico de análisis externo de las reglas.
Gustave me ofreció su copa de vino y pidió una nueva asomándose por la
barandilla con su tono simpático habitual. Con este ritual de iniciación ya
estaba invitada a participar en aquella parafernalia del día a día en esta
ciudad. Hablaban de aquel pintor y del otro, de cómo la autenticidad del arte
se diluye en las modas y de lo asqueroso y maravilloso que era eso. Antoine,
cansado de estas habituales discusiones, buscó mi mirada casi por inercia, de
lo que luego se arrepintió y volvió los ojos a su copa. Ya podía sentir el tono
gris conquistar mi piel morena. De pronto llegó a mi memoria olfativa un
recorrido de aromas: a tierra removida, a pino, a lumbre. Como si quisiese
brotar de mí otra vida pasada o quiera dios futura.
El cielo limón ácido. El gris cargado de radioactividad para el alma. Los sentidos atentos, el espíritu brinca de un lugar a otro. El espacio donde pueden pasar cosas. La posibilidad. La mirada brilla. Sabe un no-sé-qué. Electricidad en el aire. El dramatismo de las nubes, la fuerza de lo invisible. Palabras corrosivas. Palabras que engendran algo diferente. Conciencia de lo irrepetible. El doble fondo de los días. Las palomas también brillan, y la carne caliente desea. La novela de cada microcosmos. Y los encuentros multiplican dimensiones, expanden el tiempo. La acción suspendida en el aire. La realidad es lo que puede ser. La irrealidad es sólida y dolorosa y bella.
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