El cielo limón ácido. El gris cargado de radioactividad para el alma. Los sentidos atentos, el espíritu brinca de un lugar a otro. El espacio donde pueden pasar cosas. La posibilidad. La mirada brilla. Sabe un no-sé-qué. Electricidad en el aire. El dramatismo de las nubes, la fuerza de lo invisible. Palabras corrosivas. Palabras que engendran algo diferente. Conciencia de lo irrepetible. El doble fondo de los días. Las palomas también brillan, y la carne caliente desea. La novela de cada microcosmos. Y los encuentros multiplican dimensiones, expanden el tiempo. La acción suspendida en el aire. La realidad es lo que puede ser. La irrealidad es sólida y dolorosa y bella.

viernes, 16 de mayo de 2014

El geranio

Me dejé el plato de espaguetis encima de la mesa, dos días (o tal vez cuatro). Estaba muy ocupada bebiendo cerveza asquerosa en un bar chinorris cualquiera. Llevaba una semana con dolor de estómago y decidí que esa era la mejor manera de curarlo. Resultó ser peor, claro. Creo que le asusté con mi descontrolada sinceridad (que solo los elegidos me inspiran). Soltaba sapos y culebras y me reía, tan hija de puta. No me gustan los simpáticos, ya desde pequeña. Una vez le pegué un mordisco a una niña que me saludaba tres veces por recreo. La cosa es que me levanté a las dos del mediodía de un lunes y las hormigas habían desplegado su campamento sobre mi plato de espaguetis. Regué el geranio. Si algún día lo ahogo será tapándole la nariz. Y allí estaba yo, sin ninguna relación social sólida, con la tripa en putrefacción, pelo en las piernas y la cuenta corriente con unos insacables 4,64 euros. Ya sabes, esperando el verano maldito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario