El cielo limón ácido. El gris cargado de radioactividad para el alma. Los sentidos atentos, el espíritu brinca de un lugar a otro. El espacio donde pueden pasar cosas. La posibilidad. La mirada brilla. Sabe un no-sé-qué. Electricidad en el aire. El dramatismo de las nubes, la fuerza de lo invisible. Palabras corrosivas. Palabras que engendran algo diferente. Conciencia de lo irrepetible. El doble fondo de los días. Las palomas también brillan, y la carne caliente desea. La novela de cada microcosmos. Y los encuentros multiplican dimensiones, expanden el tiempo. La acción suspendida en el aire. La realidad es lo que puede ser. La irrealidad es sólida y dolorosa y bella.

viernes, 23 de mayo de 2014

las premañanas de los lunes

De pronto despertarse un lunes junto a él fue triste. Fantasmas tridimensionales se elevaban con lentitud desde el suelo y le nublaban la mirada. Él tenía cosas que hacer cada día. Y ella tenía ese vacío que aparecía un poco antes de la despedida. Una oscuridad intermitente. Esa oscuridad de hilos finos que se filtra en la alfombra de mimbre y se disuelve entre los grumos del zumo de naranja. De la noche todavía recuerdos pastosos entre los sueños. Dudas e inseguridades que se inflaman y se deshinchan caprichosamente.
  Cayó la mimosa, el viento la tiró. Ahora está totalmente torcida, pero no está muerta. Ahora es un borrón horizontal que mancha la vida de amarillo. Tan suave como las palabras que salían de sus labios, que habían madrugado y bailaban con pereza por el salón. Tantas cosas invisibles aleteando en el aire. Ella intentaba escucharse, pero había interferencias, nubes verdes afiladas que soltaban chispas y gases densos y cerosos que subían, se mantenían en el aire un poco y caían. Demasiada niebla detrás de las pupilas. 
  ¿Es más existente un ladrillo que un sueño? En tanto que ilusiones, los espejismos son reales. Para ella era más verdadero su miedo a la oscuridad que los materiales de los que estaba hecho el interior de la pared de su habitación. Un derrame hacia dentro: abismo sobre abismo. La espesura gris del lodo espiritual. El suelo resbala esta mañana más que nunca. 

viernes, 16 de mayo de 2014

El geranio

Me dejé el plato de espaguetis encima de la mesa, dos días (o tal vez cuatro). Estaba muy ocupada bebiendo cerveza asquerosa en un bar chinorris cualquiera. Llevaba una semana con dolor de estómago y decidí que esa era la mejor manera de curarlo. Resultó ser peor, claro. Creo que le asusté con mi descontrolada sinceridad (que solo los elegidos me inspiran). Soltaba sapos y culebras y me reía, tan hija de puta. No me gustan los simpáticos, ya desde pequeña. Una vez le pegué un mordisco a una niña que me saludaba tres veces por recreo. La cosa es que me levanté a las dos del mediodía de un lunes y las hormigas habían desplegado su campamento sobre mi plato de espaguetis. Regué el geranio. Si algún día lo ahogo será tapándole la nariz. Y allí estaba yo, sin ninguna relación social sólida, con la tripa en putrefacción, pelo en las piernas y la cuenta corriente con unos insacables 4,64 euros. Ya sabes, esperando el verano maldito.

viernes, 9 de mayo de 2014

"Cuando vivamos juntas cualquier noche podrá ser elegida para ir al mar". Luego todo empezó. No nos emborrachábamos para perder de vista el mundo, sino para sentir como éste penetraba en nuestros huesos huesudos, subiendo por los agujeros de nuestras medias entre-finos-hilos que hacían más fácil la conquista. Cuando llegaba al vientre todo eran pises y desembarcos. Tú tan propensa a lo segundo. Tienes poco más de veinte años, hija de puta, la vejez no es más que un puto insulto ahora. He vuelto a plantar un colchón en el salón. Pero no creo que salgan flores, mis compañeros de piso no me dejan regarlo. Verde brebaje, capullos de margaritas, que únicamente ello sea símbolo de hogar (todo se echó a perder el día en que empezó a haber restricción de horario del beber y el dormir). Desértico territorio donde los haya. Hay que elegir qué especie de árbol queremos plantar, han de ser resistentes y altos, enormes verdochos.
No lograba entender cómo habían pasado cinco años. ¿Dónde estaban esos cinco años? En la misma cama, recordaba perfectamente los pantalones cortos que llevaba y el moreno de su piel. Ahora era de noche, y la luz de la luna entraba por la ventana y se bañaba en su clavícula. Pero cinco años, imposible. Estaba desnuda, sólo llevaba las marcas de la ropa interior, y su cuerpo se erizó todo en un suave escalofrío a causa de la intensidad del momento. Había encontrado el cuaderno en la estantería. Desde entonces no había vuelto a pensar en él. Pero ahora recordaba con una precisión que la asustaba esa tarde y su objetivo inquebrantable.
  La niebla se deslizaba casi imperceptiblemente desde atrás del monte, y ese blanco aliento abrazaría en poco rato la iglesia y el cementerio, sumiéndolos en el vacío. Sobre el cable eléctrico había dos pájaros, recortados en la nada. Observaban sin saberse observados. Como siempre, la humedad de agosto hundía el pueblo en ese estado de inmovilidad. La habitación estaba entonces igual que cuando era pequeña, igual también que ahora, cinco años después. La colcha rosa cenizo, los dos muñecos de peluche recostados en la almohada. Todo olía a antiguo y a café.
  Las campanas nos recuerdan el tiempo. Avanza aunque no exista. Las horas, la vida, y luego, la muerte. Algunas personas entraban en la iglesia, de dos en dos o de tres en tres, siguiendo ese ritmo constitutivo que no dejaba lugar a dudas. La buganvilla rompía el estilo de la tarde con su cinabrio violáceo. Y la lluvia, fina, acariciaba con delicadeza calmante el dolor de las almas. ¿Qué había ahora de ella, de esa chica que cinco años atrás estaba sentada en la misma cama, con el cuaderno en las piernas y mirando por la ventana?
  Se veía tan nítida en ese día gris y verde que sintió cómo sus fuertes deseos de entonces le ardían de nuevo bajo las costillas. Era una manera de decirse 'Sigo aquí. Y soy yo'. Al moverse, la luz de una farola se reflejó en una uña del pie y la hizo brillar. En sus ojos se reflejaba algo nuevo y viejo que la embriagaba y siguió bebiéndose el aire de la noche.