El cielo limón ácido. El gris cargado de radioactividad para el alma. Los sentidos atentos, el espíritu brinca de un lugar a otro. El espacio donde pueden pasar cosas. La posibilidad. La mirada brilla. Sabe un no-sé-qué. Electricidad en el aire. El dramatismo de las nubes, la fuerza de lo invisible. Palabras corrosivas. Palabras que engendran algo diferente. Conciencia de lo irrepetible. El doble fondo de los días. Las palomas también brillan, y la carne caliente desea. La novela de cada microcosmos. Y los encuentros multiplican dimensiones, expanden el tiempo. La acción suspendida en el aire. La realidad es lo que puede ser. La irrealidad es sólida y dolorosa y bella.

miércoles, 11 de junio de 2014

Noir

Llegó mi cuervo mensajero: "tu agua está lista". Atravesé el valle con los pies desnudos hasta llegar a la arboleda que escondía el río. Con el rumbo fijo en mis ojos me metí en el río frío poco a poco hasta que me empezó a cubrir. Vacilé por un momento, pero las aguas, entre fúnebres y viciosas, al verlo acudieron entre risas bajo sus deseos de llevarme con ellas. Y desde entonces yazco en el fondo del río. Primero fueron las branquias las que aparecieron de la nada. Surgiendo después unas aletas perfectas en mis extremidades. Mi cabello se unió a las danzantes algas. Mis escamas de tonos lilas se volvían verdes y rojas con la entrada de luz. También agudicé mi vista, aquello siempre era oscuro como la noche. En los oídos cesó la distorsión primera. Únicamente salía al exterior cada luna nueva. Y siendo costoso el moverme, solo podía sentarme en una roca a contemplar las estrellas. Como echaba de menos la luna, empecé a salir a flotar un rato en cuarto menguante. Y fue entonces cuando me descubrió el carnicero de la plaza, que le fue con el cuento a mi madre.